Por Segio Padilla
En días recientes, fuimos testigos de atisbos del incipiente despertar ciudadano de los tapatíos, más conocidos como “apatíos”. El par de decisiones autoritarias del todavía joven y bisoño gobierno de Emilio González Márquez fue capaz de provocar tal milagro. Tanto la instauración repentina del llamado “viaducto” en la avenida López Mateos, así como el anuncio del cambio anticipado de placas para los vehículos del estado -en medida abiertamente recaudatoria-, sacudieron de su cómoda apatía de los habitantes de esta metrópoli y se enfrentaron a la autoridad de manera pacífica pero firme, ya sea a través de cartas a los periódicos, llamadas telefónicas a programas noticiosos en estaciones de radio, cadenas de correos electrónicos y manifestaciones públicas. Fue así que significativos sectores de jaliscienses demostraron que la democracia no termina en la emisión de un voto, sino que pide, entre muchas otras cosas, la exigencia de la escucha y diálogo con la autoridad.
En Jalisco, aún a pesar del cambio de color del partido en el poder, hemos sido testigos de gobiernos autoritarios, lejanos a las necesidades reales de la población, plenos en demagogia, además de falta de transparencia y llenos de ineficiencia. Ante este lamentable panorama, los ciudadanos jaliscienses habíamos demostrado corta memoria, ingenuidad y dejadez, aunque al parecer las cosas están cambiando; por lo pronto se dio marcha atrás al tristemente célebre y patético “placazo”.
Una de las primeras reflexiones que surgen ante el incipiente cambio de actitud de los ciudadanos, es preguntarnos acerca del sentido de la autoridad que como mandantes le damos a nuestros mandatarios. En la práctica común de nuestra incipiente democracia, al parecer, los ciudadanos les hacemos un cheque firmado en blanco a los gobernantes para que hagan y deshagan autoritariamente y a capricho, en función a sus intereses partidistas y sus negociaciones en lo oscurito. A pesar de este panorama, nuestra labor democrática se ha reducido a votar -si es que lo hacemos-, volviéndonos simples espectadores y limitándonos sólo a amargas quejas en charlas de café.
Los ciudadanos jaliscienses necesitamos encontrar mecanismos de expresión y diálogo con las autoridades, en función de abordar varios temas que están en el tintero de la agenda de las políticas públicas y que requieren pronta atención. Urge trabajar el tema de la movilidad urbana, en donde el asunto tantas veces platicado del transporte público ya no aguanta mayor dilación; es necesario revisar las adecuaciones a la infraestructura vial, para evitar obras de relumbrón y que sólo trasladan el congestionamiento vehicular al semáforo siguiente. Otros temas urgentes donde los ciudadanos tenemos que participar son: la transparencia en todas las instancias de gobierno, el asunto de los sueldos de los altos funcionarios públicos, cuestiones electorales y temas de seguridad pública.
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