Dentro de las rutas que toman los migrantes para llegar a su destino: Estados Unidos, hay ciudades que por su tamaño no lo vislumbran, aunque por sus vías férreas pasen migrantes centroamericanos. Es nuestro caso. El fenómeno se pierde en la inmensidad de ésta urbe tapatía que se dice “cosmopolita.” La migración ha estado presente en Guadalajara desde hace mucho tiempo, Adela una vecina de las vías asegura haber visto migrantes desde que llegó a vivir ahí, hace 40 años.
Datos recogidos por FM4 muestran que aquí en nuestra “noble” ciudad hay un intenso flujo migratorio: mínimo 20 personas diarias; la mayoría son de Honduras (47%), seguidos por los guatemaltecos (30%) y en menor cantidad de Nicaragua (10%) y de El Salvador (9.5%), aunque también se han encontrado con migrantes mexicanos (4%).
La migración ha dejado de ser sólo masculina (84%); se han incluido en sus filas mujeres (16%) que también buscan un mejor futuro en el extranjero y se enfrentan a un camino doblemente cruel.
En Guadalajara no hay casa para el migrante, ni grupo Beta (Perteneciente al Instituto Nacional de Migración (IMN), que es el que socorre a los migrantes con servicios básicos de salud y asistencia legal). Llegan a nuestra ciudad cansados, enfermos, hambrientos y muchas veces lastimados. Esto se debe a que en Irapuato, que es la ciudad anterior a Guadalajara, tampoco existe una casa para migrantes.
Viajan en tren, en condiciones extremas, y con muy pocos recursos para alimentarse o comprar cosas que necesiten. Duermen en las orillas de las vías, bajo arbustos y en algunos casos bajo los vagones estacionados. En cuanto pueden, se van de aquí con la misma discreción con la que llegaron.
Algunos trabajan lavando y cuidando coches o pidiendo dinero. Todo les queda lejos. Al igual que otras ciudades, son víctimas de cualquier uniformado, incluso hasta los elementos de seguridad privada contratados por Ferromex que los acosan, en coordinación con la policía municipal, para sacarlos de las vías y poder arrestarlos, aún cuando no están facultados para eso, so pretexto de buscar mareros y consignarlos para su deportación.
Sólo el INM permite una deportación, inclusive un arresto, y en todo acto con indocumentados debe de estar presente un representante del INM, así como uno de la Comisión de Derecho Humanos. Se acusa que más del 60% de los entrevistados ha sufrido alguna violación a sus derechos humanos por parte de la Policía Federal Preventiva, el Instituto Nacional de Migración, policías municipales, los garroteros (guardias del tren) y civiles. En su mayoría han sido robos y extorsiones, pero también maltrato físico y verbal.
Ante la evidencia del maltrato para los indocumentados centroamericanos, la pertinencia de construir una casa para migrantes aquí en Guadalajara se hace presente. Se requiere un espacio seguro donde los migrantes tengan la posibilidad de cubrir necesidades básicas como asearse y descansar.
Datos recogidos por FM4 muestran que aquí en nuestra “noble” ciudad hay un intenso flujo migratorio: mínimo 20 personas diarias; la mayoría son de Honduras (47%), seguidos por los guatemaltecos (30%) y en menor cantidad de Nicaragua (10%) y de El Salvador (9.5%), aunque también se han encontrado con migrantes mexicanos (4%).
La migración ha dejado de ser sólo masculina (84%); se han incluido en sus filas mujeres (16%) que también buscan un mejor futuro en el extranjero y se enfrentan a un camino doblemente cruel.
En Guadalajara no hay casa para el migrante, ni grupo Beta (Perteneciente al Instituto Nacional de Migración (IMN), que es el que socorre a los migrantes con servicios básicos de salud y asistencia legal). Llegan a nuestra ciudad cansados, enfermos, hambrientos y muchas veces lastimados. Esto se debe a que en Irapuato, que es la ciudad anterior a Guadalajara, tampoco existe una casa para migrantes.
Viajan en tren, en condiciones extremas, y con muy pocos recursos para alimentarse o comprar cosas que necesiten. Duermen en las orillas de las vías, bajo arbustos y en algunos casos bajo los vagones estacionados. En cuanto pueden, se van de aquí con la misma discreción con la que llegaron.
Algunos trabajan lavando y cuidando coches o pidiendo dinero. Todo les queda lejos. Al igual que otras ciudades, son víctimas de cualquier uniformado, incluso hasta los elementos de seguridad privada contratados por Ferromex que los acosan, en coordinación con la policía municipal, para sacarlos de las vías y poder arrestarlos, aún cuando no están facultados para eso, so pretexto de buscar mareros y consignarlos para su deportación.
Sólo el INM permite una deportación, inclusive un arresto, y en todo acto con indocumentados debe de estar presente un representante del INM, así como uno de la Comisión de Derecho Humanos. Se acusa que más del 60% de los entrevistados ha sufrido alguna violación a sus derechos humanos por parte de la Policía Federal Preventiva, el Instituto Nacional de Migración, policías municipales, los garroteros (guardias del tren) y civiles. En su mayoría han sido robos y extorsiones, pero también maltrato físico y verbal.
Ante la evidencia del maltrato para los indocumentados centroamericanos, la pertinencia de construir una casa para migrantes aquí en Guadalajara se hace presente. Se requiere un espacio seguro donde los migrantes tengan la posibilidad de cubrir necesidades básicas como asearse y descansar.
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