miércoles, 19 de septiembre de 2007

Venganza o Desagravio?

Por: Pablo U. Guevara

Años después lo admitieron. La caída del sistema había sido una trampa ruin, un placebo para postergar la muerte septuagenaria del régimen. Y si el reclamo en las urnas había generado tal estruendo, la respuesta a dicha infamia fue un monumento de construcción: el ciudadano Instituto Federal Electoral.
Antes de que la herida cicatrizara, ya aparecían los comerciales del embestido. Altivo, sonriente, siempre seductor; mostrando a México y al mundo su credencial para votar, mostrando los simulados vientos del progreso, y la esperanza de su pueblo, con ojos soñadores, con el deseo de la renovación.

Cuando se creó el IFE no había ancestros cuyas cabezas se pudieran cortar. El sistema era aún demasiado fuerte como para permitir que eso pasara y la seducción nos tenía demasiado embelesados; ¿Desearíamos que el sistema hoy también hubiera podido evitarlo? ¿Porqué más allá del intercambio y del cabildeo, del toma y daca en los pasillos de Xiconténcatl, se encuentra en juego una cuestión fundamental que estriba en la enajenación del poder de facto: y entra otra pregunta no respondida; quién, como ciudadanos, queremos que le dé rumbo al Estado Mexicano?


Hoy parece que ellos se despiertan para contestarnos, con enérgica fortaleza, insospechada e insospechable. Hoy aparecen haciendo política, y mostrando –cosa extraña- un compromiso con la democracia. Y es que mientras algunos se cuestionan, e incluso afirman, que dar sentencias especiales como estas, es dañar a las instituciones mismas y es nada, mas que actuar con afán de venganza, otros, no nos atrevemos a ser tan simples.
No queremos ser simples, porque no sólo nos mueve el optimismo de que pueda cambiar la dinámica del juego, sino que además nos cuestionamos los beneficios de trasfondo que podrían buscar los legisladores, y no se alcanzan a ver muy grandes. ¿Y los costos?, altos, tal vez demasiado altos como para tomar el riesgo. Pero lo toman, y lo toman en un escenario en que sin importar los hechos, las irrealidades y los apoyos y las dudas, el árbitro ha perdido algo que no puede recuperar por si mismo: credibilidad.
En la historia tradicional mexicana eso importaría poco. A fuerza de sutiles imposiciones mediáticas, se habría hecho suponer que las personas en las instituciones habían actuado con probidad. Ahora, los arrebatos de los medios, que se vuelcan contra sus antiguos aliados, también tienen están pintados con colores de engaño, pero sus intenciones traslucen, en una campaña tonta e inverosímil.
Nos devolvemos al inicio: el IFE, fue un instituto ciudadano, plural y demócrata en los tiempos de Woldenberg y Merino; pero cuando la triada se convierte en un duopolio de las cámaras, nace la sombra de la infamia, y del dedazo priísta, nos movemos a la imposición coca-cola que hizo mella en el Consejo Ciudadano, y permitió el abuso, talvez no el delito, pero sí la infamia de rivalizar al país, permitir la degradación al estilo yankee, y negarnos a los mexicanos el conocimiento pleno de la información que nos pertenece.

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