Mario Delgado Padilla*
“Durante la última década, los accidentes de tránsito han ocupado el tercer lugar dentro de las diez principales causas de muerte en México; el 77% de ellos ocurren en zonas urbanas”.
La estadística me sorprende. Me doy cuenta de los posibles errores y la infraestructura sin sentido en materia urbana de esta ciudad, lo comento con mis amigos y familiares y nace un paseo nocturno en bicicleta (con el que se pretende retomar los espacios que nos pertenecen como habitantes de la ciudad) al cual acuden cerca de 400 personas, cifra que se incrementa en los paseos siguientes; todos nos sentimos contentos y satisfechos de ver tremenda participación, un par de meses después nos llega la noticia de que Yacqueline fue atropellada en su bicicleta por un autobús un día como cualquier otro de su vida, esto en el centro de la ciudad en que vivo. Los que pedaleamos nos damos cuenta de la gravedad del asunto, la gente cercana a Yacqueline sufre los daños.
Mientras esto pasa y pasa de manera cotidiana, ni en la ciudad, ni en los medios de comunicación (a excepción de un par), se ven muestras de interés para solucionar el problema. Es en este punto donde la punta de lanza aparece, la carne de cañón, gente con capacidad de organización que no espera respuesta de las autoridades y comienza a actuar. La punta de lanza sale a las calles y celebra el día mundial sin autos, esta vez es a plena luz del día. Asistimos los mismos y unos más incluyendo por primera vez funcionarios del gobierno (los que tienen el poder de tomar decisiones y los medios para ejecutarlas).
Estas iniciativas son llevadas a cabo por personas realmente interesadas por una movilidad más amable, una ciudad más limpia y una cultura de respeto a los demás.
Lamentablemente esta convicción es asimilada por muchas personas como un riesgo, una forma de enfrentar a los automovilistas en lugar de compartir con ellos las rutas, una sumisión al poder de la chatarra y con mucha razón esto limita la participación de un enorme sector de la población, sumado al prejuicio de que pedalear minimiza nuestra condición de habitantes de una ciudad para no hablar de nuestra “condición humana”. La falta de infraestructura que dignifique el uso de la bicicleta y la desinformación son desde mi punto de vista las principales razones de esta confrontación. Mientras esperamos que la “voluntad política” y los nuevos planes de movilidad se manifiesten, los ciclistas seguimos circulando, esquivando al arrollador transporte público y a los desesperados y solitarios conductores, quienes sin mala fe ignoran el placer y las ventajas de pedalear de manera cotidiana, el ahorro de energía y económico que esto conlleva y los beneficios para la salud pública e individual.
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mario@gremiodiseno.com
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